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El Orgullo no nos basta

La fiesta, sin compromiso, corre el riesgo de ser espectáculo. La visibilidad, sin protección legal, se vuelve peligrosa. El orgullo, sin lucha, se transforma en performance

SAN JUAN, Puerto Rico

Por Rev. Ignacio Estrada Cepero, para Pride Society Magazine

Cada junio, el mundo se viste de arcoíris. Las calles se llenan de colores, los perfiles se transforman, las empresas lanzan campañas incluyentes, y las marchas multiplican los abrazos. La celebración es legítima. Pero cuando termina el mes, la pregunta incómoda permanece: ¿es esto suficiente?

La respuesta es no. El orgullo, por sí solo, no basta. Especialmente en un contexto global donde el retroceso de derechos avanza con fuerza, donde los discursos de odio se normalizan y donde lo simbólico corre el riesgo de reemplazar lo concreto.

Este 2025, el mes del orgullo cierra con una serie de eventos significativos que recuerdan la fuerza y la diversidad del movimiento LGBTQ+. Entre ellos, destaca la ceremonia del 26 de junio, en el histórico Stonewall Inn de Nueva York, donde se celebrará la sexta inducción al Muro de Honor Nacional LGBTQ+. Este acto no marca el final del mes, sino que es parte de las celebraciones culminantes que se extenderán hasta el 29 de junio, con marchas como la Dyke March y la tradicional NYC Pride March.

En esta edición, los cinco homenajeados del Muro son personas trans o no binarias que han dejado una marca profunda en la historia colectiva del movimiento. Entre esos nombres está el de Mami Ruddys Martínez, figura entrañable de la comunidad puertorriqueña, símbolo de cuidado, refugio y amor incondicional. Su inclusión en ese muro es también una victoria para la memoria caribeña, tantas veces marginada.

Mami Ruddys Martínez, figura entrañable de la comunidad puertorriqueña, símbolo de cuidado, refugio y amor incondicional. Su inclusión en ese muro es también una victoria para la memoria caribeña, tantas veces marginada. Foto | Suministrada

Este homenaje no ocurre en el vacío. Se da en medio de legislaciones que intentan suprimir términos como “transgénero” o “queer” de los lenguajes oficiales, en un clima donde las personas LGBTQ+ son expulsadas de escuelas, espacios públicos, iglesias y parlamentos. Celebrar no puede ser el fin último. Las banderas no reemplazan las políticas. Las marchas no sustituyen las leyes. Los hashtags no cambian estructuras si no van acompañados de acción concreta.

La fiesta, sin compromiso, corre el riesgo de ser espectáculo. La visibilidad, sin protección legal, se vuelve peligrosa. El orgullo, sin lucha, se transforma en performance.

El acto de honrar a personas trans y no binarias en Stonewall es más que simbólico: es un recordatorio de que la historia está viva, de que las conquistas se defienden, de que los cuerpos que han sido sistemáticamente borrados tienen nombre, rostro y legado. Pero ese gesto debe impulsarnos a más: a revisar nuestros sistemas, a exigir protección real, a garantizar derechos para quienes todavía viven en la sombra del miedo.

Junio se termina. El orgullo no. Porque hay países donde ser quien se es sigue costando la vida. Porque hay jóvenes que cruzan fronteras escapando del odio. Porque hay familias que aún expulsan a sus hijas, hijos e hijes por no encajar en sus moldes. Porque el mundo sigue siendo hostil para demasiadas personas LGBTQ+.

Por eso, más allá de la celebración, se impone la urgencia del compromiso. Un compromiso cotidiano, legal, espiritual, cultural, político. Uno que se traduzca en leyes, educación, protección, respeto y dignidad.

El orgullo no nos basta.

Necesitamos justicia.

Necesitamos memoria.

Y sobre todo, necesitamos no olvidar que aún hay mucho por conquistar.

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