Las cenas de degustación son un instrumento idóneo en el aprendizaje de vinos
Por Amanda Díaz de Hoyo
SAN JUAN, Puerto Rico – Hace unas semanas fui a una cena de degustación, y observé la cantidad de personas que disfrutan de este tipo de actividad. ¿Has ido a una de estas cenas?
Si la contestación es afirmativa, ya sabes que estás tienen en principio dos funciones importantes: dar a conocer el menú de un restaurante y apreciar algunas etiquetas de vinos que forman parte de la carta. También sabes que la calidad de los vinos va in crescendo según avanza la actividad.
Todo suena bien hasta ahí con ese concepto bien básico. Pero te has preguntado, ¿qué aprende el comensal? Ahora viene la historia entre platos y copas.
En esa cena estuve sentada junto con jóvenes profesionales jóvenes, los que conocí en ese momento. Luego del espumoso de apertura, el de la experiencia sensorial, llegó otra copa, del mismo vino, para degustarla con un aperitivo. Fue una combinación agradable, luego pasamos a otro vino blanco, que es uno de mis favoritos pues tiene un perfil aromático bien definido.
Aquí me detengo y pregunto a uno de ellos qué aromas percibían. Mientras contestaban pensé en que las cenas de degustación, si las sabes apreciar, son lecciones prácticas para el participante. Parte de las lecciones radica en que llevan al comensal a prestar más atención a sus sentidos, a rescatar recuerdos olfativos y a repasar emociones. Eso luego de apreciar el color, llevar el vino a nariz y a la boca, que es el pre requisito para el disfrute sensorial.
Concluimos los blancos, y pasamos al primer tinto de la noche, un Pinot Noir. Uno de los comensales de mi mesa me comentó que no era fanático de los tintos. Al preguntarle la razón, el culpable fue un Merlot. Por la descripción supuse que era uno de esos que patea duro y que te quema la garganta. Aquí pensé que el reto es otra de las lecciones de la cena de degustación.
El reto de salir de lo conocido, perder el miedo de probar otras cosas y ampliar el registro sensorial, nos permite acuñar experiencia. El vino le agradó luego del reto y maridó muy bien con el plato que presentó el chef. ¿Cómo lo sabemos? Los sabores se complementan de manera tal que las papilas gustativas se sienten cómodas, hay balance y ninguno de los sabores van a opacar a otro. Les explique que deben darse la oportunidad de un buen maridaje y me van a decir luego… Jummm, tenías razón.
Llegaron otros dos tintos a la mesa. Otro comensal, que no era fanático de tintos, empezó a disfrutar las variaciones en expresión de cada uno. Hablamos de zonas productoras, repasamos geografía, todo en una cena en la que también nos hizo aplicar la educación en la mesa. Socialmente, permite que conozcas a otras personas aficionadas a la gastronomía y a los vinos, entre otros temas. Y aquí me permito un paréntesis pues he observado que con la proliferación tecnológica se han perdido las gracias sociales y el arte de conversar. El vino y la buena mesa te ofrecen la oportunidad de rescatarlos.

En las postrimerías de la cena, la pregunta fue: ¿cómo apreciaste los vinos, aunque hubieras tenido un encuentro anterior poco amigable? ¿Cambió tu percepción o se mantuvo igual al respecto del vino del cual tuviste una mala experiencia? Aquí añado que no se le debe achacar a la cepa que un vino no sea de nuestro agrado. Date la oportunidad de probar esa misma cepa, en vinos elaborados por diferentes bodegas. Si haciendo este experimento, aún no cuajas con la cepa, sea Pinot Noir, Merlot o Cabernet, entonces ya trabajas tu perfil gustativo más a fondo.
Poco a poco, vas acuñando experiencias sensoriales, desarrollas el léxico correcto y te adentras en el camino de la apreciación de vinos, y encontrarás matices culturales de las diferentes zonas productoras. Una cena de degustación no es suficiente, se requieren varias para perfilar y afinar el paladar. Estas cenas, bien presentadas con el análisis de los vinos y los sabores en coordinación, son una puerta maravillosa para querer seguir aprendiendo.
Herramientas adicionales para aprender de vinos
En toda vivencia hay una enseñanza, de eso estoy más que segura. Bien sea una cena como la que mencioné o una visita a la sección de vinos y espíritus de un comercio, un libro dedicado al tema, hay que buscar fuentes fidedignas.
Sobre vinos y espíritus, durante todo el año hay actividades, unas más llamativas que otras. Entre ellas está el Wine Camp de B. Fernández, en el que puedes participar por clase. Estas comienzan el 10 de julio con una introducción al mundo del vino ($55.00 por persona); el 17 tocan el tema de los clásicos del mundo ($60.00 pp); siguen el 24 con Francia vs EE.UU. ($60.00 pp); y culminan con los vinos italianos y maridaje a cargo de la reconocida chef Lorraine ( $75.00 pp).
Las clases puedes adquirirlas todas por $225.00 y se llevarán a cabo en las facilidades de El Almacén del Vino de Guaynabo a partir de las 6:30 p.m. Para detalles adicionales pueden llamar al 787-783-7060.