Pocos saben quién fue la mujer detrás de esa voz que hizo vibrar al mundo
SAN JUAN, Puerto Rico
Por Rev. Ignacio Estrada Cepero, para Pride Society Magazine
Todos hemos bailado alguna vez al ritmo de Lambada. Esa melodía nostálgica y ardiente que nos hizo cerrar los ojos y mover el cuerpo como si la vida entera cupiera en un giro. Fue una canción que cruzó fronteras, generaciones y continentes. Pero pocos saben quién fue la mujer detrás de esa voz que hizo vibrar al mundo. Y menos aún saben que su vida terminó entre sombras y fuego. Esta es la historia de Loalwa Braz Vieira, la voz que hizo bailar al planeta… y cuya tragedia fue silenciada por casi todos.
Loalwa nació en Jacarepaguá, Río de Janeiro, en 1953, en una familia musical. A los cuatro años ya tocaba el piano, y a los trece comenzó a cantar profesionalmente. Su talento la llevó a compartir escenarios con íconos de la música brasileña como Gilberto Gil, Gal Costa y Caetano Veloso. Pero fue años después, tras mudarse a París, cuando el mundo entero conocería su voz.
En 1989, como vocalista del grupo Kaoma, Loalwa interpretó la versión más famosa de la canción Llorando se fue, de origen boliviano y compuesta por el grupo Los Kjarkas. Fue su interpretación, fusionando ritmos latinos, afrobrasileños y caribeños, la que convirtió esa melodía en un fenómeno global. “Lambada” vendió millones de copias, obtuvo discos de oro y platino, y posicionó a Loalwa entre las voces más escuchadas del mundo. Su voz era fuego, ternura y deseo. Su presencia en el escenario, inolvidable. Su arte, inmortal.
Pero detrás del brillo, Loalwa siguió siendo una mujer profundamente comprometida con la música, con su país, con la gente. Vivía en Brasil, donde administraba una posada en Saquarema, al norte de Río de Janeiro. Allí fue donde la tragedia la alcanzó.
El 19 de enero de 2017, su cuerpo fue hallado carbonizado dentro de su automóvil. La investigación policial reveló que dos hombres, uno de ellos empleado de su propia posada, irrumpieron en su hogar con intenciones de robar. La golpearon, la inmovilizaron, y finalmente la metieron en su vehículo y lo incendiaron con ella adentro. Un crimen brutal, indigno, devastador.
Los medios reportaron el hecho como una nota más. Apenas titulares. Casi nadie habló de quién era ella. De su legado. De su arte. Bailamos con su voz, pero callamos su tragedia.
¿Por qué tan poco ruido ante un crimen tan atroz? ¿Por qué el mundo que la celebró la olvidó tan rápido? ¿Será porque era mujer, latina, artista de una sola canción para muchos? ¿Será que los medios, y nosotros, preferimos recordar solo los éxitos y no enfrentar las sombras de la violencia que nos rodea?
La muerte de Loalwa Braz no fue solo un caso policial. Fue un símbolo de cómo tratamos a nuestras artistas, a nuestras mujeres, a nuestras leyendas. Fue el reflejo de una sociedad que consume, aplaude y luego desecha. Una sociedad que no supo hacer duelo. Que no supo exigir justicia. Que no supo honrar.
Pero no es tarde.
Hoy, al escuchar esa inconfundible melodía de la lambada, no miremos solo al pasado con nostalgia. Miremos al presente con responsabilidad. Que cada paso de baile sea también un acto de memoria. Que cada nota sea una denuncia contra el olvido. Que su voz siga bailando, pero esta vez, con justicia.
No callemos más su tragedia.
No permitamos que el fuego del olvido la consuma.
Porque su voz nos hizo bailar.
Y su historia merece ser contada.