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Celebrar no basta

La historia nos ha enseñado que los derechos no se conceden eternamente: se conquistan, se defienden, y se cuidan

SAN JUAN, Puerto Rico

Por  Rev. Ignacio Estrada Cepero, para Pride Society Magazine

La reciente decisión del Tribunal Federal de Puerto Rico que ordena al Registro Demográfico permitir una tercera opción de género en las actas de nacimiento —una “X” para quienes no se identifican como hombre ni como mujer— es, sin duda, un hito. Esta medida reconoce la existencia digna de las personas no binarias, trans y de género no conforme en el papel más básico de la ciudadanía: el acta de nacimiento.

Y sí, es un paso que debe celebrarse. Las organizaciones como la Federación LGBTIQ+ de Puerto Rico y cientos de activistas llevan años luchando por este reconocimiento. Porque el derecho a decir quién eres, a ser nombrado y nombrada según tu verdad más íntima, es un derecho humano. No es ideología, es existencia.

Pero en medio del júbilo, es también momento de poner los pies sobre la tierra.

Puerto Rico, como Estado Libre Asociado, no goza de plena soberanía. Y aunque decisiones judiciales como esta pueden aplicarse localmente, el poder último reside en el gobierno federal. Esto nos lleva a una pregunta inquietante: ¿Qué pasa cuando las decisiones locales de inclusión entran en conflicto con las políticas regresivas de la administración federal actual?

Este no es un ejercicio hipotético. El Departamento de Estado de los Estados Unidos ha comenzado a revertir avances al eliminar la posibilidad de incluir el marcador “X” en los pasaportes federales. A pesar de que Puerto Rico otorgue una certificación de nacimiento inclusiva, el pasaporte que usamos para identificarnos internacionalmente —emitido por el gobierno federal— ya no reconoce esa tercera opción. Y el pasaporte, no olvidemos, es el documento con mayor peso legal fuera de la isla.

Es decir, podríamos tener un país que nos reconoce y una nación que nos borra.

Esto no es nuevo. Es parte del tira y encoge histórico entre los derechos alcanzados a nivel local y los vaivenes del poder federal. Y aquí es donde celebraciones como la de hoy deben venir acompañadas de conciencia, estrategia y unidad.

No podemos permitirnos festejar con ingenuidad. Cada derecho ganado en Puerto Rico puede verse amenazado por decisiones tomadas a miles de kilómetros, en despachos donde no se habla español y donde se legisla sin conocimiento de nuestras realidades. Por eso, el logro del marcador “X” en nuestras actas debe ser también un llamado a exigir la misma coherencia en los documentos federales.

Debemos seguir luchando. No solo por el reconocimiento local, sino por una política nacional que respete nuestras vidas, nuestras identidades, y nuestros cuerpos. Porque de poco sirve que un tribunal nos reconozca, si una política nos vuelve invisibles.

La historia nos ha enseñado que los derechos no se conceden eternamente: se conquistan, se defienden, y se cuidan. Hoy es tiempo de cuidarlos.

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