El asesinato de Charlie Kirk es un reflejo de una sociedad que aún no tolera la diversidad de ideas. Al igual que la crucifixión de Jesús, estos eventos muestran que, en términos de aceptación, la humanidad sigue teniendo asignaturas pendientes. El discurso de Kirk era poderoso y, en muchos aspectos, antihumano; sin embargo, logró convencer a miles de personas, quienes hoy se agrupan para consolidar las propuestas de este líder, venerado por algunos como un mártir. Al mismo tiempo, su historia genera dudas en quienes, como yo, no avalamos muchas de sus posturas.
¿No parece esta historia conocida? Claro que sí. Tras buscar, leer y ver videos sobre él, resulta evidente que la vida de Charlie comparte paralelismos con la historia de Jesús, aunque llena de antítesis bíblicas y un odio que no solo alcanzaba a minorías, sino que también amenazaba con socavar el cristianismo moderno.
Criado en un hogar cristiano, Charlie, a sus 31 años, contaba con un ejército de seguidores tan grande que podría considerarse un caudillo, al igual que Jesús. Su poder de convencimiento era fuerte, aunque muy distinto al mensaje del Nazareno. Reconozco que no conocía a Charlie hasta el día de su muerte, pero bastó con investigar y analizar sus discursos para notar que su conducta imitaba, en cierta medida, la técnica de apostolado de Jesús.
Pero, ¿cómo funciona la mente de estos líderes? Algunas personas podrían tener un metabolismo elevado en el lóbulo frontal, lo que las hace vulnerables a ideas obsesivas y repetitivas. En estos circuitos se graban conceptos positivos o negativos, que se refuerzan con cada acto aprobado. No puedo asegurar que este fuera el caso de Charlie, pero la plasticidad cerebral de muchos líderes se basa en circuitos complejos donde los actos repetidos generan más actos, especialmente cuando no hay castigo ni rechazo que detenga el comportamiento.
Aquí es donde surge el fanatismo: aquellos que premian o censuran inducen un ciclo de refuerzo que fortalece el ego herido del líder. Más allá del reconocimiento, buscan sanar un yo egoísta que todos tenemos.
No tengo duda de que Kirk tuvo buenas intenciones de “cristianizar” a la gente de manera positiva; incluso, muchos de sus diálogos lo reflejan. Sin embargo, al igual que Tyler Robinson, su asesino, fue víctima de ejemplos destructivos e ideas irracionales de otros líderes. Charlie terminó esclavizado por su propio discurso racista, antisemita y homofóbico, sumado a factores epigenéticos como la prepotencia, la fama y el deseo de ser alguien relevante en una sociedad que se hunde lentamente.
Cuando expresamos algo públicamente, nos convertimos en blanco de críticas. Charlie no fue la excepción; como Jesús, creó su propio “Judas”: personas que se apartaron de su discurso para aliviar miedo e incertidumbre. En esta historia, Tyler Robinson se puede interpretar como ese Judas.
Jesús, Judas, Charlie y Tyler son ejemplos vivos de una sociedad intolerante, injusta y castigable. La muerte de Charlie Kirk marcará un antes y un después, un momento en que el mundo buscará soluciones rápidas y, a veces, atroces, simulando eventos similares. Es el inicio de un lento apocalipsis del modernismo: pesimista, pero realista. Sin embargo, debemos recordar la historia de Sodoma y Gomorra, destruidas por el poder de Dios, como un recordatorio del costo de la intolerancia y el odio.