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En el amor no hay temor: Un llamado a la solidaridad con la comunidad inmigrante

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En los últimos días, el miedo ha invadido a nuestra comunidad. Muchos inmigrantes temen salir a la calle, ir a trabajar, acudir a una cita médica o buscar alimentos. Las medidas actuales son nefastas y ponen en riesgo la integridad y seguridad de quienes han hecho de este país su hogar.

En los próximos días, cumpliré dos años de haber llegado a esta tierra. Soy pastor ordenado de la Iglesia Evangélica Luterana de América, soy cubano, soy inmigrante, y en este momento difícil, resuenan en mis oídos las palabras de Mateo 25:40:
«En verdad les digo que en cuanto lo hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron.»
Estas palabras no me dejan ser indiferente. Como pastor y como inmigrante, mi corazón se duele por aquellos a quienes hoy se les tilda de criminales e invasores.

¿Quién es el verdadero criminal?
Vale la pena preguntarnos: ¿quién es el verdadero criminal?
* ¿El que emigra en busca de seguridad, de bienestar para su familia, y de un futuro mejor?
* ¿O quienes despojan a estos inmigrantes de sus derechos humanos más básicos, los separan de sus seres queridos y los obligan a regresar al mismo pasado del que huyeron?
Como iglesia, estamos llamados al amor. Un amor que no tiene fronteras, que construye puentes y que lucha contra la injusticia. Recordemos el llamado de 1 Corintios 13: el amor es paciente, es bondadoso, no se goza de la injusticia, sino que se alegra en la verdad.

“Credo del Inmigrante”
El misionero José Luis Casal escribió un hermoso credo el cual cumplió su objetivo convirtiéndose tal como dice su nombre en el “Credo del Inmigrante”. Este texto íntegro que hoy me atrevo a compartir con cada uno de ustedes invitándoles a hacer del mismo un canto que nos ayude a reconocer quienes somos y en quien creemos como iglesia del aquí y del ahora:

Creo en Dios Todopoderoso, quien guió a su pueblo en el exilio y en el éxodo, el Dios de José en Egipto y de Daniel en Babilonia, el Dios de los extranjeros e inmigrantes.
Creo en Jesucristo un desplazado de Galilea, quien nació lejos de su gente de su casa, quien tuvo que huir del país con sus padres cuando su vida estuvo en peligro, y quien al volver a su propio país tuvo que sufrir la opresión del tirano Poncio Pilato, el sirviente de una potencia extranjera.
Fue perseguido, golpeado, torturado y finalmente acusado y condenado a muerte injustamente.
Pero que en el tercer día, este Jesús rechazado resucitó de la muerte, no como un extranjero sino para ofrecernos la ciudadanía celestial. Creo en el Espíritu Santo, el inmigrante eterno del Reino de Dios entre nosotros/as, quien habla todos los idiomas, vive en todos los países y une a todas las razas. Creo que la Iglesia es el hogar seguro para todos los extranjeros y creyentes que la constituyen, que habla el mismo idioma y tiene el mismo propósito.
Creo que la comunión de los santos comienza cuando aceptamos la diversidad de los/as santos/as.
Creo en el perdón, el cual nos hace iguales y en la reconciliación, que nos identifica más que una raza, lenguaje o nacionalidad.
Creo que en la resurrección, Dios nos une como un pueblo en el cual todos somos distintos e iguales al mismo tiempo.
Creo en la vida eterna más allá de este mundo, donde ninguno será inmigrante sino que todos seremos ciudadanos/as del Reino de Dios que no tiene fin. Amén.

Seamos voz profética en el desierto

Quiero invitarles a transitar juntos el camino de la esperanza. No podemos quedarnos en silencio ante medidas que destruyen familias y pisotean la dignidad humana.
Seamos la voz profética que clama en el desierto, la voz que denuncia la injusticia y llama a cada cosa por su nombre.
Si después de estas palabras alguien quiere llamarme criminal por predicar el amor, les digo sin temor: háganlo. Porque, como dice 1 Juan 4:18: «En el amor no hay temor.»

Sigamos adelante con fe y valentía. Porque la justicia de Dios no se detiene, y nuestro llamado al amor tampoco.

(El autor pertenece al Ministerio Nuestra Casa Para Todos – Iglesia Evangélica Luterana Del Buen Pastor).

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