Autor
Eliezer Ríos Camacho
Periodista y Comunicador
A dos días de su estreno, el video de la entrevista que diera la estrella mundial boricua Bad Bunny al podcast “El Tony Pregunta” roza el millón de vistas en la plataforma YouTube.
De todos los temas discutidos en los casi 90 minutos de duración de la conversación, es sin duda la referencia directa que hace el artista urbano de la candidata a la gobernación por el Partido Nuevo Progresista lo que más difusión y repercusión ha tenido, sobre todo luego de que sirviera de pie forzado para lo que evolucionó en una especie de sencillo extraoficial del afamado intérprete.
Esta nueva ocurrencia de Benito Antonio Martínez Ocasio refuerza el lema que popularizó en el 2020 al lanzar su álbum ”YHLQMDLG” (Yo hago lo que me da la gana) y por el cual el artista vegabajeño de fama mundial rige sus pasos. A la vez marca un hito y plantea una actitud hasta entonces impensada por parte de un miembro de la clase artística puertorriqueña, sobre todo por motivos que no deben olvidarse. Porque, como nunca está demás echar un vistazo al pasado, vale la pena recapitular el historial de persecución y linchamiento profesional que por décadas sufrieron las y los cantantes de esta isla que simplemente alguna vez “osaron” manifestar su orgullo patrio o su preocupación por el camino que tomaba la isla en materia de desigualdad social.
Porque ni pensar en decirle embustera a una candidata a la gobernación; en Puerto Rico por mucho tiempo el solo hecho de enarbolar una monoestrellada, de cantar música típica o entonar una melodía que resaltara la belleza de Borinquen y el valor de sus hijos e hijas fue causa suficiente para ser “carpeteado”. Este término se refiere a la práctica del FBI, con el aval de esos dos partidos políticos que han estado al mando de Puerto Rico por más de medio siglo, de espiar y perseguir personas, entre ellos muchos artistas, que entendían tenían “ideas peligrosas” -o sea, amor patrio- y que de una forma u otra las manifestaran a través de su arte, para incluirlos en una especie de “lista negra”, un registro de subversivos, que con sus voces y composiciones musicales podían desestabilizar el gobierno de Puerto Rico . Para mayor y mejor detalle recomiendo el libro “Prohibido cantar”, publicado en el 2018 por la historiadora, escritora y doctora en filosofía y letras Mayi Marrero. “Prohibido cantar” es el resultado de una investigación exhaustiva realizada por Marrero sobre la práctica del carpeteo de artistas puertorriqueños.
La lista de carpeteados es amplia y heterogénea: Glenn Monroig, Ismael Miranda, Antonio Cabán Vale “El Topo”, José Nogueras, Alberto Carrión, Andy Montañez, Sophy, Zoraida Santiago, Lucecita Benítez, Chucho Avellanet, los integrantes de Haciendo Punto en Otro Son; y -como reseña la Fundación Nacional para la Cultura Popular donde se presentó el libro- “hasta un niño de cuatro años, por el mero hecho de recitar un poema en honor de Pedro Albizu Campos” fue carpeteado. Esta práctica tuvo su etapa más activa entre las décadas de los años 50 al 70 y aparte de artistas, por supuesto, incluyó al liderato del Partido Independentista Puertorriqueño y del Partido Socialista Puertorriqueño, así como a líderes nacionalistas, pero también a deportistas, actores, dramaturgos y periodistas.
El asunto es que, en el caso de los políticos, éstos conocían el precio a pagar por impulsar ideologías contrarias a la estabilidad colonial de Puerto Rico. Sin embargo, para los artistas significó ver cómo se les negó por años el acceso a escenarios, eventos y medios electrónicos de difusión masiva, como la radio y la televisión locales, estrangulándolos a nivel económico y demonizándolos ante la opinión pública.
El Conejo Malo, con su fanaticada mundial, vive una experiencia muy distinta a la de estos colegas y compatriotas que le precedieron. Probablemente si Bad Bunny se hubiese expresado como lo hizo el martes en los tiempos del vinilo, alguien buscando congraciarse con la comisionada residente hubiese propuesta una quema de discos. Pero ¿quién puede tocar los récords mundiales del intérprete de “Acho PR” en las plataformas digitales? ¿Alguien le va a impedir presentarse en el “Choliseo”? ¿Habrá algún medio periodístico tradicional local que rechace entrevistarle, sobre todo cuando él les ignora en abierta muestra de que no los necesita? ¿Vetará alguna emisora radial isleña sus canciones?
Esas son las ventajas de Bad Bunny. De seguro que, si a alguien se le ocurriera crearle una carpeta, él se inventaba un trap con su contenido. Pero no olvidemos a los grandes artistas puertorriqueños que, muchos ahora en su vejez, todavía pagan el efecto y las consecuencias de haberse sentido orgullosos de ser hijos de esta tierra o de gozar de popularidad y haberse presentado en otro país igualmente carpeteado por el gobierno estadounidense con la venia del local.
Mientras tanto, al igual que hizo Shakira con la novia de Piqué, Bad Bunny ha elevado la popularidad del nombre de Jenniffer González a niveles insospechados. Con mucha probabilidad retumbará en estadios a lo largo y ancho del globo terráqueo, aunque siempre seguido por un adjetivo para nada halagador.