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No en el nombre del Evangelio

El Evangelio no deporta, el Evangelio abraza

SAN JUAN, Puerto Rico

Por Rev. Ignacio Estrada Cepero, para Pride Society Magazine

En días recientes, las declaraciones de la pastora Iris Nanette Torres han causado consternación en diversos sectores de fe en Puerto Rico. Desde su púlpito, afirmó públicamente que no ofrecería refugio a ningún inmigrante y que estaba dispuesta a delatarlo a las autoridades migratorias de ICE. “El que está ilegal es un criminal”, sentenció, amparándose —según ella— en que “Dios respalda las leyes de los hombres”.

Como pastor, como persona de fe, como migrante y como ciudadano, me veo en la obligación moral y espiritual de responder. Porque esto no es Evangelio. Esto es odio revestido de religión. Esto es institucionalizar el rechazo desde los altares.

El Evangelio no deporta, el Evangelio abraza. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, las Escrituras nos hablan de pueblos en movimiento, de exiliados y refugiados, de migraciones provocadas por el hambre, la guerra, la persecución o la esperanza. Rut fue migrante. Moisés también. Jesús, en sus primeros años, fue refugiado en Egipto. ¿Cómo entonces una pastora se atreve a negar ayuda y hasta justificar la delación de quien huye con lo puesto? ¿Dónde queda la palabra de Mateo 25:35: “Fui forastero, y me acogiste”?

Una iglesia que delata ha dejado de ser iglesia. Cuando desde un altar se promueve la exclusión, el miedo y la persecución, ya no se predica el mensaje de Cristo, sino un falso evangelio que obedece más al poder que al amor. Recordemos: Jesús fue entregado por autoridades religiosas que creían estar cumpliendo la ley. Hoy, lo volvemos a crucificar cada vez que justificamos la violencia legal contra el inocente.

Una iglesia que delata ha dejado de ser iglesia. Foto | Canva

Afortunadamente, no toda la iglesia piensa igual. Iniciativas como Camino a la Esperanza, compuesta por líderes religiosos y comunidades de fe, han salido a las calles de Puerto Rico para denunciar las deportaciones, exigir justicia, y acompañar pastoralmente al pueblo inmigrante. Son hombres y mujeres de fe que entienden que el Evangelio se vive acompañando al débil, no delatándolo. Que el púlpito no es para sembrar miedo, sino esperanza.

La crisis actual no es solo dominicana. Es una crisis de humanidad. En Puerto Rico conviven hoy miles de personas migrantes de diferentes países: venezolanos, haitianos, cubanos, colombianos, mexicanos, guatemaltecos, y sí, dominicanos. Todos con historias distintas, pero con una misma esperanza: vivir con dignidad.

Callar frente a los discursos de odio que se pronuncian en nombre de Dios es ser cómplices. Porque el odio no nace solo: se predica, se repite, se multiplica. Y lo más doloroso es que a veces se hace desde templos que deberían ser lugares seguros.

Por eso hoy afirmamos con claridad: ¡no en nuestro nombre! ¡No en el nombre del Evangelio! Nuestro compromiso es con la compasión, la dignidad y la justicia. Nuestra fe debe ser puente, no muro. Nuestra iglesia debe ser refugio, no frontera. Y nuestros púlpitos, mesas de acogida, no de juicio.

Que Dios tenga misericordia de quienes predican el odio en su nombre. Y que al resto de nosotros, nos halle siempre del lado del amor, de la justicia y del Evangelio que libera.

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