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Seamos woke

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(Nota del Editor: Debido a que la derecha republicana y el fundamentalismo religioso han comenzado una andanada de prejuicios y desprecio contra todo lo que perciban o sea “woke”, es menester volver a poner ante la consideración de ustedes esta columna del profesor y escritor Max Charriez)

En días recientes un principal periódico del país publicó un artículo sobre el término y concepto “woke”, luego de que el multimillonario sudafricano Elon Musk lo mencionara en una entrevista añadiéndole el mote de “virus”. Es un tema muy actual en la política estadounidense y mundial. Por más de una década la sociedad estadounidense ha estado en un proceso de polarización progresiva, proceso que se replica en Europa. En un extremo, el renacimiento de movimientos de supremacía blanca, neonazis, nacionalismo cristiano, fascismo y antiintelectualismo; y en otro extremo, los movimientos “Black Lives Matters”, feminismo y teoría de género, las luchas de las comunidades LGBTTQ+, la lucha ambiental y progreso científico, son resultado y evidencia de esta polarización. Entre estos extremos no hay puntos medios.

Foto | Canva

El término “woke” se originó en los Estados Unidos y se usaba para referirse a quienes estaban alerta frente al racismo. Literalmente, proviene del pasado del verbo “wake”, que significa “despertar”. En su inicio, se relacionaba con la lucha antirracista y estaba vinculado a la comunidad negra. Quienes se consideraban “woke” estaban conscientes de las injusticias y la opresión que enfrentaban las personas negras. Se atribuye a William Melvin Kelley, un novelista, la popularización del término. En 1962, Kelley publicó un ensayo en The New York Times titulado “If You’re Woke, You Dig It” (“Si estás despierto, lo entiendes”), en el que exploraba la jerga de la comunidad negra.

A lo largo de las últimas décadas, el significado de “woke” se ha ampliado. Además de la conciencia racial, ahora también abarca otras cuestiones de desigualdad social, como género y orientación sexual. Desde finales de la década de 2010, se ha utilizado como un término general para los movimientos políticos progresistas, así como para perspectivas que enfatizan la política identitaria de las personas LGBTQ+, la comunidad negra y las mujeres.

De la misma forma en que los grupos progresistas se sienten amenazados por los conservadores y les insultan llamándoles “fundamentalistas” “derecha radical”, “trumper”, “cavernícolas de sótano”; los conservadores usan el término “woke” o “woke virus” para insultar a los progresistas. Ha sido tema de campaña de candidatos republicanos como el gobernador de Florida, Ronald DeSantis. El uso como insulto creció durante la presidencia de Trump y la pandemia del Covid-19.

Foto | Canva

El término no es muy conocido y usado en Puerto Rico ya que el insularismo boricua evita que una mayoría de los residentes de la Isla se interesen por eventos políticos e históricos en EEUU, en el resto del mundo y sus repercusiones locales. El paradigma político puertorriqueño se limita a colores, partidos y el status político, que por casi 80 años se ha usado como distracción. Pero lo que sí se ha colado en la isla es el movimiento conservador al estilo estadounidense y el nacionalismo cristiano representados por el partido Proyecto Dignidad y ciertas facciones del PNP.

Los políticos de esos movimientos apuestan a convencer y convertir a la población puertorriqueña asumiendo que tienen una mayoría ya que se nos considera un país conservador y tradicionalmente religioso y cristiano. Eso es bien peligroso. Mediante la desinformación, teorías de conspiraciones anticientíficas, mentiras y campañas de miedo y hasta llamados a “guerra santa”, buscan romper con la separación de iglesia y estado para imponer la ideología del nacionalismo cristiano. Eso representaría un retroceso sociopolítico y una degradación significativa en los derechos humanos y civiles de todo grupo que no se alinee con su ideología: otros grupos religiosos y sectas del cristianismo, inmigrantes, la educación, lo que se puede hacer y decir en televisión y radio, qué se puede leer e inclusive censurar el Internet; pero el golpe principal lo llevarían las mujeres que perderían el derecho natural de decidir sobre sus vidas y cuerpos, y las comunidades LGBTTQ+. ¿Has leído el libro, escrito por la canadiense Margaret Atwood y publicado en 1985, o ha visto la serie “Handmaid Tale”?  Lea o vea la serie y asústese.

Y aquí llegamos al punto central de este artículo: ¿qué implicaciones tiene todo esto para las comunidades LGBTTQ+ puertorriqueñas? ¿Vale la pena saber de esto, aprender y involucrarse? ¿Eso no es cosa de “allá afuera” que son “blancos y se entienden”? La realidad es que dado el hecho de que, nos guste o no, nuestra sociedad, economía, estado de derecho y muchas cosas más están atadas a lo que pase en los EEUU como territorio colonial que somos, nos debería importar todos estos temas, educarnos y educar a otros que fácilmente pueden caer en estas ideologías que apelan a los miedos más básicos.

Tenemos ejemplos claros y recientes: fíjese como se usó la simple situación de los baños para causar un pánico nacional que ha costado vidas, como la de Alexa, sin que exista alguna evidencia a nivel nacional y local de al menos un incidente en el que un hombre “vestido de mujer” (persona trans) se haya metido a un baño de mujeres a acosar o abusar sexualmente de mujeres y niños. Hay muchos casos de acoso, violencia sexual, exposición deshonesta de hombres heterosexuales hacia mujeres y niños, demasiados. Parecemos un país que odia a las mujeres y los niños si nos dejamos llevar por las estadísticas, y nada cambia. Otro ejemplo significativo es lo que pasó con la perspectiva de género en el Departamento de Educación y como grupos de EEUU vinieron a Puerto Rico a “enseñarles” a los grupos fundamentalistas cómo detener la perspectiva de género y lo lograron con una campaña de mentiras que apelaban a los miedos y tabúes de la sociedad, especialmente las mujeres.

Foto | Canva

Seamos WOKE. Estemos conscientes y aprendamos de la historia, seamos conscientes de los atropellos y violaciones de derechos humanos y civiles cometidos contra las mujeres, los niños, las comunidades afrodescendientes, minorías religiosas y las comunidades LGBTTQ+. No nos hagamos de la vista larga. Cambiemos el paradigma y salgamos de complacencia. No es un asunto de creer o no en el aborto, por ejemplo; el asunto es el reconocimiento de que cada mujer, y por ende, cada persona, tiene un derecho natural e innegable sobre su cuerpo y lo que hace con sus vidas; que las personas tienen el derecho de amar y expresar su sexualidad con otros adultos en consentimiento y crear su propia expresión de género; que haya libertad para practicar o no practicar alguna religión y espiritualidad; que los inmigrantes y refugiados tienen dignidad; que la educación debe ser laica y todas las expresiones artísticas son válidas aunque no me gusten. Decirle no a la guerra y la explotación.

Cierro con “Primero vinieron…”, poema del alemán Martin Niemöller, poderoso recordatorio de la importancia de la solidaridad y la responsabilidad en tiempos de persecución y opresión: “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, ya que no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, ya que no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, ya que no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, ya que no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”.

Confío que como personas inteligentes puedan sustituir grupos y nombres y entender el mensaje. Salgamos de la zona cómoda, la complacencia e involucrémonos en las luchas porque un día vendrán y nos tocará.

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