A diferencia de otros “-ismos”, como el racismo, sexismo, machismo, el edadismo es un tema del que poco se habla, después de todo, está relacionado a uno de los tabúes más permanente desde la era industrial: la vejez. Esta se asocia con pérdida de fuerza, de energía, de habilidades, dependencia y, por lo tanto, la pérdida de productividad, el gran pecado en la economía capitalista. Lo que con
trasta con la era preindustrial en el que la vejez era un privilegio y los viejos eran los sabios, las ancianos y líderes de la comunidad. Sin embargo, todo ser humano que pase de los 50 años va a experimentar las consecuencias del edadismo. Y si se es parte de un sector poblacional vulnerado, como las comunidades LGBTTQ+, estos efectos pueden ser peores.
Edadismo es un término acuñado por Robert N. Butler, gerontólogo pionero en la investigación sobre la vejez, para referirse a los estereotipos (forma de pensar), prejuicios (sentir) y discriminación (manifestaciones) con respecto a los demás o a nosotros mismos por razón de la edad. Butler escribió en su libro “¿Por qué sobrevivir? Ser viejo en América” (1975) que “la infancia está romantizada, la juventud idolatrada, la adultez es trabajo, búsqueda de poder y pagar deudas; y la vejez con sus días vacantes de propósito… los viejos son un estorbo”.
En nuestra cultura puertorriqueña, contrario a los anuncios de los planes médicos que nos muestran a las personas retiradas chinchorreando, bailando e ignorando las solicitudes de cuido de los nietos, permean los estereotipos de cómo las personas viejas deben comportarse y la aceptación de estos prejuicios por las mismas personas afectadas. El edadismo está integrado a la cultura y tradiciones.
Es común el llamado a “recogerse”, a vestirse de cierta forma, realizar o no ciertas actividades, asexualizarse y estar disponibles para convertirse en los cuidadores de nietos u otros familiares discapacitados. Con más frecuencia de lo que podríamos pensar, dicha discriminación viene de otras personas del mismo grupo generacional. Las consecuencias son aislamiento, abandono, pobreza, explotación financiera y enfermedades físicas y mentales por acceso limitado a servicios médicos.
Puede ser alarmante en una Isla en que, según el Censo, el porcentaje de hogares con una o más personas de 65 años o más es de 40.6%. En el reciente conteo de personas sin hogar permanente se identificó un aumento significativo de adultos mayores sin hogar. Otra consecuencia de estos cambios poblacionales es que las personas viejas se ven la obligación de seguir trabajando y enfrentan discriminación en la búsqueda de empleo.
Y dentro de ese creciente sector poblacional, existen colectivos más vulnerados aún, como las personas viejas LGBTTQ+. No sólo enfrentan los estereotipos, prejuicios y discriminación por la edad, también por su orientación sexual, identidad de género y expresión de género.
La convergencia de edadismo y lesbo/homo/transfobia se manifiesta cuando se niegan servicios médicos a personas trans viejas, cuando se le niega espacio en égidas y hogares de cuidado prolongado, cuando separan parejas, no reconocen los derechos de las parejas en el hospital y los hacen mostrar evidencia de la relación; cuando se burlan o critican la actividad o el deseo de actividad sexual; cuando le obligan a cuidar padres enfermos porque no tienen familia y le echan la culpa por su “estilo de vida”. Muchas veces se ven obligados a cuidar a las mismas personas que les maltrataron y abandonaron por ser cuir.
Esa concurrencia de edadismo y lesbo/homo/transfobia no se limita a la sociedad heteronormalista. Dentro de los colectivos LGBTTQ+, producto de la misma sociedad, el edadismo es una realidad. Por ejemplo, los hombres gay/bi/trans, en cuyo colectivo se manifiesta lo peor del culto a la juventud y a cuerpos modificados, pueden experimentar aislamiento, baja autoestima y depresión al llegar a la vejez.
Pero en general, las personas LGBTTQ+ sufren de aislamiento, abandono, explotación financiera, pobreza, discrimen en la prestación de servicios médicos y sociales; también soledad, tristeza, depresión, enfermedad y en peor de los casos, sinhogarismo y una muerte solitaria.
¿Qué podemos hacer?
Primero, reconocer la situación y comenzar el diálogo. Exigir que se cumplan con leyes de protección locales y federales. Concienciar a organizaciones de base comunitarias que sirven a nuestras comunidades de que tienen que incluir en su misión ayudar a nuestras personas viejas.
Eso incluye a las organizaciones que trabajan con la prevención del VIH en las que se observa un enfoque prioritario hacia personas jóvenes. Necesitamos que los negocios dirigidos a nuestras comunidades incluyan en sus actividades y promociones personas y cuerpos viejos.
En el 2014 la organización AARP (Asociación Americana de Personas Retiras, en español), organizó el Congreso LGBTT 50+, un espacio para el diálogo abierto, sincero y sensible por representantes de la misma población de adultos mayores LGBTT en toda su diversidad, distribuido por temas de impacto y respetando la diversidad de los participantes. Alrededor de 100 personas seleccionadas identificaron asuntos que afectan a las personas mayores LGBTT en Puerto Rico.
El objetivo de AARP y este grupo de líderes que aceptaron este reto fue determinar y establecer prioridades en una agenda de trabajo que garantice un futuro de bienestar para toda la población de forma inclusiva a través del continuo de vida. Hay un informe disponible.
La organización que todas las personas mayores de 50 años deben conocer es Wave Ahead Puerto Rico y su Centro Comunitario para el Adulto Mayor LGBT+ que provee servicios gratis como terapia psicológica, manejo por trabajadores sociales clínicos, talleres educativos, grupos de apoyo, meditación y mindfulness, abogacía y orientación.
Esta organización tiene varias investigaciones importantes como el Assessment sobre las Necesidades de Salud Mental en Adultos Mayores LGBT de 50 años en adelante; Reporte sobre el estado de Vivienda; y en el 2023 realizaron un Assessment sobre la Ansiedad en Adultos LGBT Mayores de 45 Años. Igualmente, es una responsabilidad de cada adulto mayor expurgar de su mente el edadismo internalizado, sanar, hacerse visible, integrarse, participar, exigir. No permitir que se le eche a un lado como objetos obsoletos.
En vez de criticar y juzgar por los términos o pronombres que se usan, debe haber un diálogo intergeneracional franco, abierto en que aprendamos colectivamente. Nuestros viejas y viejos vivieron en otros tiempos en los cuales no era seguro vivir abiertamente como una persona LGBTTQ+. Lo que se podría interpretar como ideas o conductas obsoletas o anticuadas, son simples mecanismos de protección.
Esa lesbiana vieja de la que te burlas, ese hombre gay al que ridiculizas, esa drag queen que dices se debe retirar, fueron los que marcharon cuando no era seguro, fueron arrestados, sobrevivieron el abandono de su familia, la epidemia del Sida, la viudez después de décadas de lucha por el derecho al matrimonio»
Nuestros ancianos tienen experiencias diversas que los hacen sabios, de quienes podemos aprender. Nunca sabemos cuándo vuelva a ser peligroso ser cuir. Además, la lucha por nuestros derechos humanos y civiles no comenzó antier.
Esa lesbiana vieja de la que te burlas, ese hombre gay al que ridiculizas, esa drag queen que dices se debe retirar, fueron los que marcharon cuando no era seguro, fueron arrestados, sobrevivieron el abandono de su familia, la epidemia del Sida, la viudez después de décadas de lucha por el derecho al matrimonio.
Se merecen respeto y admiración. Los logros alcanzados se sostienen en sus hombros. No podemos presumir de “comunidades” si rechazamos parte esencial de los nuestros.