La cruzada contra lo trans no se limita a los pasillos del Capitolio. También vive en los púlpitos, en las emisoras cristianas, en las campañas “pro familia”, en los memes que ridiculizan cuerpos disidentes
SAN JUAN, Puerto Rico
Por Mario Beltrán Pérez, para Pride Society Magazine
Esta semana, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó lo que el presidente Trump ha llamado con orgullo el “One Big Beautiful Bill”. Un nombre burlón, si se considera que dentro de ese proyecto de ley se incluye una prohibición total al uso de fondos federales, como Medicaid o CHIP, para cubrir tratamientos de afirmación de género: bloqueadores de pubertad, terapias hormonales y cirugías. Para miles de personas trans en Estados Unidos, este acto legislativo equivale a un intento institucional de borrar la Comunidad Trans en todas sus posibilidades y dimensiones.
Pero esto no es nuevo. La administración Trump ha mostrado una fijación particularmente virulenta con deshacer cada paso de avance hacia la equidad LGBTQ+.
No se trata solo de política. Se trata de una cruzada moral, de una pulsión autoritaria profundamente obsesionada con los cuerpos, los límites del género y el castigo de lo que ellos llaman diferencia.
Desde el enfoque político, eliminar derechos trans se convierte en un símbolo de poder, una señal de que el “orden natural” puede ser restaurado. Pero ¿qué hay detrás de esta necesidad de restauración?
Muchos lo han dicho, en voz baja o entre líneas: esta fijación se parece mucho a la del hombre gay de clóset que degrada a otros gays para desviar la atención de sí mismo. Y es que no es raro que detrás de un discurso intensamente homofóbico o anti trans se esconda un conflicto interno no resuelto. En el fondo, lo que se castiga no es ser distinto, sino el espejo: esa parte del yo que no encaja, que desea lo prohibido, que teme ser expuesto. Esa violencia interna, cuando se institucionaliza, se convierte en ley, en censura, en castigo sistemático y en odio desproporcionado.
Extrapolar este fenómeno a la realidad puertorriqueña es inevitable. Como territorio, Puerto Rico ha normalizado una cultura de obediencia institucional: muchos líderes replican las agendas conservadoras de Estados Unidos para asegurar fondos federales o para apaciguar sectores religiosos radicales. Recientemente, vimos cómo la Universidad de Puerto Rico eliminó sus políticas de inclusión para personas trans y no binarias, alegando riesgo de perder fondos. Ese acto no fue un error administrativo; fue un reflejo de cómo el colonialismo se disfraza de pragmatismo mientras sacrifica la dignidad de los más vulnerables, que vamos, en una isla tan pequeña pueden ser desde nuestros familiares, amigos, vecinos, o compañeros de trabajo.

La cruzada contra lo trans no se limita a los pasillos del Capitolio. También vive en los púlpitos, en las emisoras cristianas, en las campañas “pro familia”, en los memes que ridiculizan cuerpos disidentes. En Puerto Rico, este discurso se sostiene con una mezcla tóxica de un aparente fundamentalismo religioso, un machismo de dudosa reputación y miedo infundado con eliminar la dependencia de fondos federales.
El resultado: una sociedad que castiga lo queer con una doble vara, como si fuera una enfermedad, mientras ignora la verdadera patología: el odio, la culpa y la represión moral; una sociedad que celebra que el lesbianismo y el homosexualismo tienen «cura»… Pero solo si te casas, y tienes hijos. Ridículo, ¿no?
En este contexto, el “One Big Beautiful Bill” no es solo un proyecto de ley: es una declaración de guerra elocuente contra el derecho a existir. Es el clóset del imperio, construido a fuerza de miedo, golpes, tinta y votos. Es el intento de controlar el cuerpo del otro para no enfrentar el caos interno.
Y sin embargo, aún en medio de este retroceso, las comunidades trans siguen y seguirán existiendo, resistiendo, creando, nombrando y soñando. Contra toda intención de borrarla, persistirá la verdad más humana de todas: ser uno mismo no es un delito. Es un acto de vida.
Resistir es primordial pero la unión es vital. El cambio tanto en Estados Unidos como aquí van a llegar porque esto no lo aguanta ni quienes votaron por ellos.
Seguiremos…