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¿Punto final a una era de apertura a los fieles LGBTQ+?

Papa Francisco dejó una huella profunda en la relación entre la Iglesia Católica y la comunidad LGBTQ+

SAN JUAN, Puerto Rico

Redacción Pride Society Magazine

El fallecimiento del papa Francisco marca el fin de una era de apertura inédita hacia las personas LGBTQ+ dentro de la Iglesia Católica. Aunque su papado estuvo lleno de contradicciones, teólogos y católicos queer coinciden en que su liderazgo supuso un punto de inflexión para una institución que, históricamente, había marginado a esta comunidad.

La frase que pronunció en 2013 —“¿Quién soy yo para juzgar?”— marcó el comienzo de lo que muchos consideran una revolución pastoral. Con esas palabras, el papa rompía con décadas de retórica que había definido la homosexualidad como un “mal intrínseco” o un “desorden objetivo”. Ese cambio de tono se convirtió en uno de los ejes de su pontificado.

Aunque Francisco permitió ciertas aperturas, no modificó la doctrina oficial que aún considera la homosexualidad como “desordenada”.

Durante su papado, Francisco pidió a los padres que no rechacen a sus hijos gay, autorizó la bendición de parejas del mismo sexo (aunque subrayando que no pueden equipararse al matrimonio sacramental) y sostuvo encuentros con personas trans, trabajadoras sexuales y defensores LGBTQ+ en el Vaticano. Estos gestos, aunque simbólicos para algunos, tuvieron un impacto emocional y político significativo.

“Fue una revolución de la compasión, una revolución de la acogida, y ha cambiado la relación de la Iglesia con la comunidad LGBTQ+”, expresó el teólogo Jason Steidl Jack, quien también reconoció que el papa “no siempre acertó” y que su lenguaje, en ocasiones, fue ofensivo hacia las personas queer.

Uno de los momentos más conmovedores lo vivió Marianne Duddy-Burke, directora ejecutiva de DignityUSA, quien fue recibida en audiencia por Francisco junto a otros miembros de la Red Global de Católicos Arcoíris. “Nos sostuvo las manos, se rió con nosotros y nos dijo: ‘Su trabajo es importante. Sigan adelante’”, relató entre lágrimas.

Francisco también respondió a una carta del periodista Michael O’Loughlin, autor del libro Hidden Mercy, agradeciéndole por documentar la labor de religiosos que, durante la crisis del sida, ofrecieron cuidado y consuelo a los enfermos a pesar del rechazo institucional. “Esa misericordia silenciosa también puede sostener y restaurar la vida de cada uno de nosotros”, escribió el papa.

Sin embargo, no todo fue celebración. Aunque Francisco permitió ciertas aperturas, no modificó la doctrina oficial que aún considera la homosexualidad como “desordenada”. Además, criticó la llamada “ideología de género” y se opuso públicamente a la gestación subrogada y al aborto, reafirmando posturas conservadoras sobre otros derechos reproductivos.

La ambigüedad marcó su legado. Mientras en 2023 autorizaba que personas trans fueran bautizadas y pudieran ser padrinos, en 2024 declaró que la “ideología de género” era “el mayor peligro” de la actualidad. Estas contradicciones preocupan a líderes y creyentes queer ante el futuro incierto que pueda traer el próximo pontífice.

Aun así, su disposición al diálogo transformó el rol del papado. “Francisco no tenía todas las respuestas, pero supo escuchar”, dijo Steidl Jack. “Y ese ministerio de escucha es lo que la Iglesia necesita seguir cultivando”.

Repercusiones en Puerto Rico

En Puerto Rico, en donde la Iglesia católica sigue teniendo una presencia cultural central, el legado del papa Francisco resonó con fuerza, especialmente entre católicos LGBTQ+ y teólogos progresistas. Aunque la jerarquía local rara vez ha replicado sus gestos de apertura, diversas organizaciones han citado su ejemplo para exigir mayor inclusión dentro de las parroquias y denunciar el uso de discursos religiosos para justificar el discrimen.

El reconocimiento de que Dios “hace a cada persona tal como es” —como le dijo Francisco en 2018 al sobreviviente de abuso Juan Carlos Cruz, quien es gay— continúa inspirando a fieles que luchan por una Iglesia que abrace la dignidad de todas las personas, sin excepción.

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