La obra es un brillante retrato de los años 80, de los efectos del exilio y de la diáspora, que no solo afectan a los que emigran, sino también a las siguientes generaciones que crecen con una identidad fragmentada
RÍO PIEDRAS, Puerto Rico
Por Sirio Álvarez, Pride Society Magazine
La Casa de Ramón Iglesia es una obra fundamental dentro del teatro puertorriqueño contemporáneo, escrita por José Rivera en 1983. Esta pieza no solo se distingue por su tratamiento honesto de los conflictos familiares, sino también por su profunda reflexión sobre la identidad, la memoria y el exilio, elementos cruciales en la historia reciente de Puerto Rico. Se está presentando en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, hasta el 6 de abril. Es un estreno en Puerto Rico ya que desde que se escribió solo se había presentado en Australia, y en inglés.
Esta producción de Teatro Repertorio, dirigida magistralmente por Jorge Rodulfo, es un retrato de muchos emigrantes en EU en los años 80, y tiene como elenco a Magali Carrasquillo, Mario Roche, Héctor E. Rodríguez, Omar Morales, Luis Merced, Paola Tirado y Manolo Castro. (Me gustaría destacar que es la primera vez que Magali Carrasquillo actúa en las tablas del teatro del primer centro docente del País).
La trama se centra en la figura de Ramón Iglesia (Mario Roche), un hombre que, después de haber emigrado a Nueva York, siente una necesidad urgente de regresar a Puerto Rico, a la tierra que dejó atrás. Junto a él está su esposa, Dolores (Magali Carrasquillo), quien también mantiene un vínculo con la Isla, pero, más que todo, la trama se centra en sus hijos, quienes han crecido en Estados Unidos y se encuentran distantes de esa realidad puertorriqueña que sus padres añoran. El conflicto familiar surge cuando los padres insisten en regresar, mientras los hijos se ven divididos entre el deseo de seguir sus propios caminos y el respeto por las raíces familiares.

La obra es un brillante retrato de los años 80, de los efectos del exilio y de la diáspora, que no solo afectan a los que emigran, sino también a las siguientes generaciones que crecen con una identidad fragmentada. La casa de los Iglesia, más que un simple escenario físico, se convierte en un espacio simbólico que refleja la lucha interna de los personajes: el hogar, la tierra, la nostalgia y la resistencia al cambio. Ramón, con su fervor por regresar a Puerto Rico, representa ese anhelo del pasado que choca contra la realidad de un presente irreconciliable. Dolores, la esposa, se enfrenta a la misma contradicción, mientras que sus hijos, en su mayoría nacidos en Estados Unidos, se muestran indiferentes o directamente opuestos a la idea de regresar.
Quiero destacar que esta obra utiliza las facilidades del teatro de forma diferente, ya que el publico está sentado en la tarima, muy cerca de los actores y actrices, lo que lo hace en cierto sentido en un teatro experimental, bien íntimo. No toda obra puede tener los mejores en su campo para una producción, pero aquí los tenemos todos juntos: la iluminación de Israel Franco, el vestuario de Miguel, Vando, la escenografía del Nicolás Luzzi y la traducción del libreto original por los estudiantes y exalumnos del Programa Graduado de Traducción, bajo la supervisión de Aurora Lauzardo.
El autor, en su estilo narrativo, no se limita a presentar una visión estática de la familia puertorriqueña. La complejidad de los personajes, sus deseos, temores y frustraciones, crea un caleidoscopio emocional. La obra no solo aborda los conflictos generacionales, sino que también ofrece una reflexión sobre el concepto de pertenencia. ¿Qué significa ser puertorriqueño cuando se vive fuera de la Isla? ¿Cómo se reconcilian las identidades entre la patria adoptiva y la tierra natal? Rivera aborda estas preguntas con sutileza, sin ofrecer respuestas fáciles, sino dejando al público la oportunidad de reflexionar sobre sus propias experiencias de identidad y pertenencia.
La puesta en escena de La Casa de Ramón Iglesia ha sido siempre un evento esperado dentro del panorama teatral de Puerto Rico. La obra exige una profunda conexión emocional entre los actores y el público, y cada representación se convierte en un acto de reafirmación de la memoria colectiva puertorriqueña. Los espacios escénicos, tanto físicos como emocionales, reflejan los ambientes de la diáspora, pero también evocan los recuerdos de la Isla que, para algunos, se convierte en un lugar inalcanzable, un sueño de lo que alguna vez fue.
Lo que hace única a La Casa de Ramón Iglesia es su capacidad para capturar no solo los dilemas de una familia puertorriqueña, sino también los más grandes desafíos que enfrenta la comunidad puertorriqueña en el exilio.
Con una mirada honesta y profunda, José Rivera ofrece una obra que no solo es un testimonio de la experiencia puertorriqueña, sino un espejo que refleja las tensiones universales de cualquier familia atrapada entre el deseo de regresar y la necesidad de avanzar. La Casa de Ramón Iglesia sigue siendo una obra de gran relevancia, cuya reflexión sobre la familia, el exilio y la identidad continúa viva en las nuevas generaciones: ¿quiénes somos cuando nos encontramos entre dos mundos?
Enhorabuena a Teatro Repertorio, que de nuevo la ponen en grande. Son pocos asientos. Funciones sábado y matiné domingo. No se la pierdan.