Skip to content Skip to footer

Ruddys Martínez: madre de todos, ícono eterno de amor y evangelio viviente

AUTOR

Hay seres humanos que transforman el mundo con su luz, almas que convierten cicatrices en alas para otros. Ruddys Martínez fue uno de esos espíritus excepcionales, una figura inmortal en el corazón de Puerto Rico. Conocida como “La Pantoja de Puerto Rico” por sus más de cuarenta años imitando con maestría a Isabel Pantoja, llevó a los escenarios un arte lleno de glamour y pasión boricua. Otros la llamaron “Mami Ruddys” con reverencia y cariño. Más allá de los títulos, Ruddys se convirtió en un ícono de la comunidad LGBTIQ+, una guerrera del amor cuya vida dejó una huella imborrable.

No todos supieron comprenderla. En una isla donde la fe a menudo se alzaba como juez, muchos religiosos —o mal llamados religiosos— la condenaron por vivir su verdad. La lapidaron con palabras, molestos por la libertad con que desplegaba su espíritu: una mujer trans, artista del transformismo, un ser que desafiaba sus normas. Les irritaba su risa, su autenticidad, su brillo imposible de apagar. Desde púlpitos, la señalaron, olvidando que el evangelio que profesaban no habla de rechazo, sino de amor.

Sin embargo, Ruddys encarnó ese evangelio con su vida. Mientras la juzgaban, ella tendía la mano; mientras la excluían, construía refugios. Fue un faro en la oscuridad, dando de comer al hambriento, de beber al sediento, hospedaje al forastero y abrigo al necesitado. En ella se cumplían las escrituras, no con sermones, sino con actos de bondad. Madre, amiga y protectora, acogió a jóvenes LGBTIQ+ rechazados por sus familias, ofreciéndoles un hogar y un amor que sanaba. A pesar de las complicaciones de la diabetes que marcaron sus últimos años, nunca dejó de dar. Hasta su partida el 26 de noviembre de 2023, fue un pilar para los perdidos y una maestra para los artistas del transformismo.
En este marzo de 2025, cuando las políticas regresivas de Donald Trump amenazan a la comunidad LGBTIQ+, especialmente a las personas trans, Ruddys resurge como un refugio y un llamado. Su historia es un arma de esperanza, un recordatorio de que el dolor puede volverse fuerza. Desde los años ochenta, deslumbró en escenarios con trajes diseñados por ella misma —obras maestras que rivalizaban con cualquier pasarela— y un talento que era resistencia pura. Inspirada por Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson, entendió que el arte podía ser un grito de dignidad.

No la conocí en persona, pero su historia me abraza. Sobre mi escritorio reposa una pintura del artista puertorriqueño Mario Beltrán, que captura su esencia: majestuosa, con una mirada profunda y una sonrisa cálida. Abajo, dice: “Madre de Todos”, un eco de lo que fue para tantos. Hoy, cuando el miedo acecha, Ruddys se alza como un manto sagrado, tejido con las vidas que tocó y los derechos que ayudó a conquistar. Desde el cielo, nos arropa y nos susurra que la verdadera fe está en amar, no en juzgar.

Este no es solo un homenaje; es un clamor de justicia. Ruddys nos convoca a tomar las calles, a convertir cada espacio en un escenario donde defendamos con nuestros colores los derechos que ella y otros nos legaron. “Pantoja de Puerto Rico”, “Mami Ruddys”, madre de todos: tu vida nos sostiene, tu ejemplo nos guía. En estos tiempos de lucha, sabemos que nos cubres con un manto eterno, tejiendo desde las estrellas un legado de amor que nos lleva hacia la libertad.

Leave a comment