Para ellos, la controversia no es un accidente: es una estrategia
SAN JUAN, Puerto Rico
Por Mario Beltrán Pérez, para Pride Society Magazine
En la política contemporánea, parecer importa más que ser. Y en ese juego de apariencias, controversia y protagonismo, Donald Trump y Jennifer González son maestros. Aunque uno domina el escenario global y la otra se mueve en el teatro político puertorriqueño, ambos comparten una misma escuela: la del populismo conservador que hace de la atención mediática un combustible electoral.
Trump, con su historial de escándalos, mentiras descaradas y retórica incendiaria, no solo redefinió lo que significa ser presidente, sino que convirtió la política en una suerte de reality show perpetuo. Jennifer González, desde la comisaría residente y ahora gobernación, ha sabido copiar a perfección ese estilo, combinando discursos inflamatorios, posturas ultraconservadoras y apariciones calculadas en redes sociales, todo sin perder la sonrisa.
Ambos se alimentan del conflicto. No les interesa resolver los problemas reales de la gente si no hay una cámara cerca. Enfrentar al “progresismo radical” es su bandera, aunque ello signifique atacar derechos fundamentales, desinformar o dividir a la sociedad. En ese sentido, no son líderes: son malos influencers con mucho poder, por lo que compran sus seguidores.
Comparten también una ambición que no se disfraza. Trump se aferra a su narrativa mesiánica de regreso al poder, mientras que González aspira a gobernar un país-colonia que nunca ha terminado de definir si la quiere como su voz o como su máscara.
Esta alianza simbólica entre Trump y González revela algo más profundo: la normalización de un estilo político donde gritar y ser jaquetón vale más que pensar, y donde crear enemigos vale más que crear políticas. Para ellos, la controversia no es un accidente: es una estrategia. Y si bien puede servir para ganar votos, destruye poco a poco el tejido de una democracia que necesita más reflexión y menos espectáculo.
Algunas similitudes entre ambos:
1. Uso estratégico de la controversia: Ambos tienden a generar controversia como herramienta política. Trump lo hace con declaraciones provocadoras o teorías de conspiración, mientras que González frecuentemente adopta posturas conservadoras que agitan la opinión pública local, especialmente en temas sociales como género, aborto o religión.
2. Afán de protagonismo mediático: Son figuras altamente visibles en redes sociales y medios tradicionales. Ambos parecen buscar intencionalmente aparecer en posts, noticieros y redes, usando la atención como capital político.
3. Populismo de derecha: Ambos apelan a un electorado conservador y nacionalista (en el caso de Puerto Rico, estadista), usando lenguaje simplificado, emocional y confrontacional. Se posicionan como «defensores del pueblo» frente a élites, aun siendo parte del poder.
4. Desdén por el disenso progresista: Tanto Trump como González suelen minimizar o atacar movimientos progresistas, ya sea el feminismo, el ambientalismo o los derechos LGBTQ+, asociándolos con «izquierda radical» o «ideología de género».
5. Ambición política desmedida: Ambos muestran una fuerte ambición de poder. Trump buscó la reelección a pesar de los escándalos y el intento de golpe del 6 de enero; González ha buscado ascender constantemente, ahora como gobernadora se ha pronunciado que desea revalidar en el 2028.