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Práctica de ‘far niente’ con copas

Esta degustación fue como un “far niente” con copas: observas el vino, lo disfrutas y no piensas en nada más

SAN JUAN, Puerto Rico

Por Amanda Díaz de Hoyo, periodista de vinos y gastronomía

Para cada gusto hay un vino. Cada categoría se amolda a un paladar, una ocasión, un entorno y hasta la compañía con quien compartimos ese vino. Luego, como suele suceder con las mismas viñas en el campo, entra en dormancy porque lo archivamos en la memoria sensorial.

Analizarlos y juzgarlos es un asunto personal, que compartimos pero no imponemos. En mi caso, ha sido parte de mi vida profesional. Lo más que me motiva es compartir conocimiento y abrir puertas en el mundo de las posibilidades. En muchos momentos me han cuestionado qué sé de vinos, y revolotean en mi archivo mental las palabras de un conocido profesional del vino, Larry Nocera, a quien entrevisté en varias ocasiones: “Con el tiempo sé menos de vinos porque aprendí a disfrutármelos”. En como la yoga, nos enfocamos en el aquí y en el ahora, en lo que aprendemos en este momento.

La lección de disfrutar el vino después de pasar un susto de salud en esteroides, volvió a renacer en mí, en el momento presente, con mayor conciencia y gratitud de las oportunidades que la vida me brinda a diario.

La oportunidad de compartir una grata velada con Daniel Khan, representante de los vinos californianos e italianos Chloe, me hizo repasar varios temas, de vinos, camaradería y situaciones cotidianas.

Degustamos cuatro vinos, y de estos conocía de antemano tres. Sin embargo, mi spoiler es que el Pinot Noir sigue siendo mi favorito de esta casa. Ya averiguarán por qué…

Comenzamos con Pinot Grigio, cuyo nombre ya nos relaciona con su procedencia: Italia.

Luego llegó a nuestra copa un Rosé para continuar por la vereda que nos llevaría al Pinot Noir y al Cabernet Sauvignon.

Daniel Khan. Foto | Suministrada

El Pinot Grigio es un vino fresco, sin pretensiones, muy llevadero. Ligero en nariz y paladar, es perfecto para el clima cálido del trópico. Es práctico para servirse con picaderas que incluyan quesos suaves, galletas saladas, mariscos y cortes fríos de pavo. Es un 100% Pinot Noir, una cepa producida por mutación de Pinot Noir y otras vides. Es un vino levemente crujiente, con toques ácidos leves  que se sirve fresquito. Es un vino proveniente de la D.O.C. (denominación de origen clasificada) de Valdige, por allá por el Veneto y Trentino en Italia.

El Rosé se presentó con buena pinta, con aromas de fruta roja y flores. En este vino, la enóloga de la casa, Andrea Brambila, integra varias cepas que pueden cambiar para mantener la personalidad de vino. Estas incluyen Garnacha, Malbec, Cabernet Franc, Montepulciano y Sangiovese. Es un vino de color rosado intenso, muy refrescante y va bien con pastas en salsas ligeras, que se elabora en Italia.

El Pinot Noir, ese que sigue siendo mi vino favorito de Chloe, proviene de la apelación californiana de Monterey. Tiene aroma de bayas rojas, ciruelas y toques leves de especias que se van apoderando, poco a poco, del paladar mientras pasa por boca. Marida muy bien con pastas, mariscos, arroces y aves. Muy llevadero.

El Cabernet Sauvignon cerró la degustación, por su estructura compleja y su cuerpo con mayor voluptuosidad. No se trata de esos vinos grandes de Napa, sino un vino que muestra presencia sin agresividad de taninos. Es más bien sutil sin pasarse de la raya. Es balanceado, con fruta madura muy presente, algo de black berries, notas de chocolate y de post gusto más largo que los anteriores. Este, según Kahn, se produce  en cantidades limitadas.

Esta degustación fue como un “far niente” con copas: observas el vino, lo disfrutas y no piensas en nada más.

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