No se trata de cancelar la fiesta, mucho menos de ser pesimista. Se trata de reconocer que la educación es también protección, es conciencia, es cuidado colectivo. Se trata de utilizar estos espacios de jangueo y de joda para educar, además de festejar
SAN JUAN, Puerto Rico
Por Mario Beltrán Pérez, para Pride Society Magazine
Se siente como si una parte significativa de la comunidad estuviera atrapada en una burbuja de “normalidad”, mientras afuera se están gestando amenazas reales que nos están afectando.
El contraste entre el avance del autoritarismo ultraconservador en EU (y su impacto en Puerto Rico como territorio) y el desconocimiento general en cuanto a reacciones o cambios de estrategia en las celebraciones de Orgullo aquí, es bien marcado. También está el hecho de que muchos bares, discotecas, o espacios LGBTQ+ no se estén posicionando de manera proactiva para proteger a su clientela, añadiendo otra capa del mismo problema: una mezcla de negación, comodidad económica y falta de conciencia colectiva.
Recientemente la revista Forbes publicó un artículo (11 de abril de 2025), en el cual la organización World Pride le está pidiendo a la comunidad trans evitar viajar a las distintas marchas y actividades de Orgullo en los Estados Unidos, debido a que la administración Trump está tomando medidas contra las personas trans a través de órdenes ejecutivas que definen el género solamente como masculino o femenino, basándose en el sexo asignado al nacer.
Ciertamente, como hombre gay, leer esta noticia de primera instancia me incomoda y me ofende pues ahora es cuando más debemos de demostrar unidad y protegernos los unos a los otros. Sin embargo, también me despierta a una gran preocupación mirando el panorama desde la perspectiva local, aquí en la Isla.
Y es que anoche, mientras me encontraba en «Bar hoping mode» por el oeste, en espacios que se supone sean refugio para toda nuestra comunidad, me di cuenta de algo que estremece: la desconexión, el silencio, la indiferencia disfrazada de fiesta.
Es como si al cruzar las puertas de estos establecimientos, la lucha colectiva, la amenaza real a nuestros derechos y vidas, quedaran en la acera, y como si nombrar lo que está ocurriendo, fuera a interrumpir una fantasía que ya no podemos sostener. Pero, el peligro no desaparece porque no lo miremos, ni la violencia se detiene porque bailemos, bebamos o pasemos un buen momento.
Escribo esto precisamente porque me encanta el jangueo, la joda y compartir en espacios destinados para la comunidad. Lo que intento es hacer un llamado a un despertar con carácter de urgencia, porque lo que no se nombra, no se defiende. Porque el silencio, tarde o temprano, también nos puede alcanzar como individuos, aun a los que todavía piensan que no les va a suceder.
Y es que, mientras en Estados Unidos se multiplican, respaldados por la actual administración, los ataques legislativos, discursivos y físicos contra las personas LGBTQ+, especialmente contra la comunidad trans, en Puerto Rico la vida parece seguir como si nada. Las celebraciones del Orgullo se planifican con normalidad. Las discotecas y espacios LGBTQ+ abren sus puertas como siempre, sin pronunciamientos, sin planes de seguridad, sin educación preventiva.
La agenda ultraconservadora de Trump, MAGA y otros sectores de extrema derecha no es una amenaza lejana: es una realidad que a todas luces está afectando derechos, vidas y libertades.
No se trata de cancelar la fiesta, mucho menos de ser pesimista. Se trata de reconocer que la educación es también protección, es conciencia, es cuidado colectivo. Se trata de utilizar estos espacios de jangueo y de joda para educar, además de festejar.
Se trata de que, de cara a las celebraciones de Orgullo, se lleven campañas de educación en barras y establecimientos aliados, en donde se pueda explicar de una manera simple, lo complejo de nuestra situación actual bajo esta administración. Qué mejor que tener una población cautiva para llevar a cabo actividades de educación y concienciación en beneficio de todos. Se pueden llevar a cabo este tipo de actividades en horarios y días específicos.
Es en estos momentos -más que nunca- que las organizaciones LGBTQ+, los negocios que se benefician de nuestra presencia y dinero, y cada una de nuestras voces, asumamos un rol y responsabilidad en educar sobre estos asuntos de vital importancia para todos nosotros.
Necesitamos espacios en donde, alineados con los dueños y administradores, se hable claro de los riesgos y de las maneras de protegernos. Necesitamos un Orgullo que sea, de verdad, Orgullo: orgullo de existir, pero también de protestar, pero con conocimiento.
Nos enfurece a todos lo que ha surgido en nuestras narices. Es como recibir un bofetón del cual todavía no hemos podido recuperarnos. Este camino al retroceso, a la violación de derechos humanos y la insensibilidad con que se tratan estos temas abiertamente, no puede ser razón para alejarnos, mucho menos para actuar con indiferencia y desconocimiento ante estos temas.